El Síndrome del Impostor o la creencia de no valer
El síndrome del Impostor es un constructo que busca identificar individuos que son exitosos de acuerdo a estándares externos, pero tienen una idea persistente de incompetencia personal (Clance & Imes, 1978). En consecuencia, sufren de un miedo perpetuo a “ser descubiertos”, es decir, a que los otros van a descubrir que la persona no es auténticamente inteligente o hábil, sino un “impostor”.
El término fue acuñado por las psicólogas clínicas Pauline Clance y Suzanne Imes en 1978, año en el que publicaron un artículo sobre este síndrome, llamado «The imposter phenomenon in high achieving women: Dynamics and therapeutic intervention”. Las característica de este síndrome es la existencia de dudas acerca de la propia habilidad, el miedo al fracaso y el mantenimiento de unas bajas expectativas de resultado, todo ello a pesar de una importante historia de éxitos.
Tal como les define Evaristo Fernández, profesor de Psicología Diferencial de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED, España):
«No se creen merecedores de los éxitos que obtienen y les preocupa que los demás puedan descubrir en cualquier momento que no son tan inteligentes como parecen».
Y agrega: «A pesar de sus logros, los denominados impostores manifiestan importantes dudas acerca de sus habilidades y creen que éstas son continua e injustificadamente sobreestimadas por los demás».
Posibles Causas:
Diversos estudios establecen cuatro posibles fuentes de origen del síndrome:
- Dinámicas familiares durante la infancia. «Cuando tu hermano es ‘el inteligente’ y tú eres ‘la simpática’, o tienes presión para sacar buenas notas, padres muy exitosos o sientes que eres la oveja negra», cuenta Aida.
- Estereotipos sexuales. El síndrome del impostor, según la especialista, es «igual de frecuente en mujeres que en hombres», aunque hasta hace poco se pensaba que ocurría principalmente en mujeres debido a los «mensajes de éxito y fracaso en la sociedad» y a la «presión ante ser madre y, al mismo tiempo, una profesional de éxito».
- Diferencias salariales. «la realidad de la mujer en el mundo profesional» es también una causa de este síndrome.
- Percepción de éxito, fracaso y competencia. «Las personas que sufren el síndrome son muy exigentes consigo mismas y tienen una lista de requisitos prácticamente imposibles de llevar a cabo».
¿Cómo afecta en la vida laboral?
Este síndrome no esta catalogado como enfermedad mental en el Manual de trastornos mentales (DSM -V), pero las personas que lo padecen pueden verse afectadas en diversas áreas de su vida laboral.
-Quienes sufren el síndrome temen que los demás puedan descubrir en cualquier momento que son «un fraude» y que no merecen su éxito.
-No corren riesgos ni se atreven a pedir un ascenso porque tienen miedo de no estar a la altura, así que suelen trabajar por debajo de su potencial.
– También aumenta sus niveles de estrés y afecta a su productividad porque a menudo postergan tareas o bien trabajan demasiado duro para justificar que su éxito se debe al duro trabajo y no a su talento.
¿Cómo podemos vencer el síndrome?
- Tomar consciencia de su existencia: El primer paso para superarlo es darnos cuenta de que existe, de que de alguna forma ese saboteador/a interior que nos dice que somos no somos capaces, está ahí, lo conocemos y le vamos a demostrar que está equivocado.
- Contrasta la realidad, pregunta a los demás: Muchas veces la mejor forma de descubrir la valía de uno mismo no es otra que preguntar a los demás. Nos sorprenderíamos de las respuestas que nos dan; ya que tendemos a valorarnos mucho menos de lo que los otros nos valoran. Respecto a esto, es recomendable cada vez que nos den un cumplido no justificarnos ni dar excusas simplemente dar las gracias.
- Reconoce tus éxitos: Por muy pequeños que sean, cada cosa que hagamos que nos ha costado realizarla bien por tener que superar nuestras pocas habilidades para ello o nuestros propios miedos, cada mínima cosa reconócetela como un logro, aunque a otros les pueda parecer que no tiene mérito, si para ti lo tiene, reconócelo como lo que es: un logro.
- Acepta el fracaso: El perfeccionismo es el mejor amigo del síndrome del impostor. ¿Por qué? Porque resulta inalcanzable, lo cual le da margen para machacarte sin remordimientos. La perfección no existe, existe lo perfectible.
- Maneja el miedo: Uno de los efectos más negativos que provoca el síndrome del impostor es la inmovilidad. El miedo nos hace buscar constantemente argumentos para no movernos, elabora discursos fácilmente comprables para no dar el paso,
‘Debes seguir formándote, no puedes subir tus tarifas todavía o necesitas reeditar una vez más para que esté perfecto’.
Debemos aceptar que el fracaso forma parte del proceso, que la única forma de aprender es asumiendo fracasos. Una técnica muy buena es pensar que si de algo se solo un 10% más que el resto de la gente ya soy un experto.
- Evita comparte con los demás: Cada uno es como es, la comparación puede ser muy peligrosa ya que si elegimos compararnos con alguien que de alguna manera posee menos experiencia nuestra autoestima puede verse reforzada. Pero a la larga, podemos conformarnos con este nivel de desempeño y no exigirnos mejorar poco a poco.
Por otro lado, si nos comparamos con alguien de mayor éxito lo más normal es que el síndrome del impostor vuelva con más fuerza.
La mejor solución es compararse con uno mismo, esforzándose siempre por ser la mejor versión de nosotros mismos. ¿Cómo? Aporta valor, compartiendo tus conocimientos y poniendo tu empeño en empresas que tengan sentido para ti. Intentar ser un poco mejor cada día, subir el nivel según tu propia vara de medir. Poco a poco veras que vas subiendo de nivel y tus inseguridades desaparecerán por sí solas.
Como dijo Francisco de Asís:
“Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible”